¿Cuándo fue la última vez que fuiste por un masaje? Se piensa que cuidar la salud es únicamente procurarse una alimentación lo más equilibrada posible, hacer ejercicio, cuidar las horas de sueño y no caer en excesos. Sin embargo, pocas veces hacemos referencia a un masaje o tratamiento corporal como formas importantes para el auto-cuidado.

Un spa no es necesariamente un lujo, ya que no solo se busca atender la cuestión física, sino entrar en un estado de relajación que permita reducir el estrés, pero sobre todo establecer una conexión armónica entre la mente y el cuerpo, a través de la estimulación de los sentidos. Esto puede lograrse a través de un masaje, un baño termal, un tratamiento terapéutico o incluso uno estético.

Algunos de los beneficios físicos de acudir a un spa son:

• Mitigación del dolor muscular y de las articulaciones.
• Prevención del cansancio y el insomnio.
• Aumento de la flexibilidad.
• Alivio de contracturas.
• Activación de la circulación sanguínea.
• Efectos antiinflamatorios.
• Estimulación del sistema inmunológico.

Además, psicológicamente se logra incrementar la energía, combatir la ansiedad y los nervios, reducir el estrés y hasta aumentar el autoestima. La pausa y reconexión que permite recibir un tratamiento en un spa ayuda a lograr el equilibrio emocional e incluso mejorar el estado de ánimo. Si a todo esto, se suman las mejoras estéticas, como la hidratación de la piel y la tonificación, ir a un spa se convierte en un ritual que podría incorporarse a la lista de cuidados de nuestra salud en general.

Existen dos versiones de spa a los que podemos acudir: una es más comercial y de tipo boutique, en donde se abordan estos cuidados de forma más cosmética; la otra es más de tradición holística y de reconexión con la naturaleza. No importa con cuál de éstas te sientas más cómodo, lo importante es incorporar a nuestra vida rituales de cuidado de la salud que nos permitan realizar las actividades cotidianas de una manera más equilibrada, activa y consciente.